sábado, 10 de octubre de 2009

ÉPOCA INDÍGENA

Dabeiba: Nombre dulce, musical de mujer
Es también nombre indígena:
Dabeiba aquel cacique
Que al enunciarlo vierte miel.


EL ENCUENTRO DE DOS CULTURAS

“Entonces los invasores robaron nuestras tierras y se hicieron propietarios, dijeron a nuestro pueblo que debía de trabajar para ellos, así nació la encomienda.

Cercaron a nuestra madre teñida de sangre, exorcizaron a nuestra gente a salva de catecismo, arrastraron y flagelaron a los ancianos ante sus dioses que también invadían... ¡fue un doce de Octubre, no lo olvides!
Luego, hermano estimado de Abia Yala[1], esos canallas se atrevieron a afirmar Día del Indio y a nosotros lobeznos de madre malherida nos arrullaron como sus huerfanitos y nos enseñaron a gritar: ¡Viva el doce de Octubre! Y rechinaron en sus plazas que nos regalaron sus tierras”.

Quinientos trece años han transcurrido desde que el invasor peninsular pisó por primera vez estas tierras. Pero ¿Qué representó ese mal llamado encuentro? Y es que para los aborígenes la invasión española no representó únicamente ese camuflaje, esa sumisión fue además el comienzo de su exterminio.

Aquellos marineros que zarparon de Palos de Moguer al mando del almirante Genovés, no eran diferentes a un puñado de delincuentes que sin otra opción distinta al presidio o a la ejecución, hubieron de acompañar a Colón en su odisea y los que a estos siguieron no se hicieron a la mar con menos ambición que la que inspiró la arrojada empresa patrocinada por “Isabel La católica“ reina de España.
La verdad de lo que sucedió al mal llamado descubrimiento es otra y esta muy lejos de las manipuladas historias que se enseñan en las aulas escolares, o lo que en ese momento celebraron con tanto alboroto, rindiendo culto al oscurantismo histórico en que han pretendido sumir la realidad americana. La llegada de los ibéricos marcó el inicio de uno de los capítulos más crueles de la historia de la humanidad, registrándose un genocidio igual de cruel pero mayor al de los judíos en manos de los Nazis de Hitler. No escaparon los nativos de estos lugares antioqueños a esta suerte.

El golfo de Urabá o golfo de aguas dulces como lo llamaron durante los primeros años de la conquista, fue el epicentro de dispersión de actividades conquistadoras, pues allí protagonizaron los españoles una de las más grandes epopeyas del entonces llamado nuevo mundo.

La historia para este fragmento de tierra antioqueña, se inicia por los años de 1.501, cuando desembarcaron el náutico y cartógrafo Rodrigo de Bastidas, Vasco Núñez de Balboa, Francisco Pizarro, Diego de Nicuesa, Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa, quien murió hacia 1.504 victima de las flechas envenenadas de los aborígenes que ya luchaban por defender su territorio.

Alonso de Ojeda había sido designado por disposición de la reina Isabel para gobernar La Nueva Andalucía, (Desde el cabo de la vela hasta el golfo de Urabá) y Diego de Nicuesa para gobernar a Castilla de Oro, (Desde el Golfo de Urabá hasta el cabo de Gracias a Dios en Nicaragua) Pronto el primero, mandó levantar un caserío con el propósito de fundar allí un pueblo, pero ocurrió que hacia el año de 1.510 Ojeda debió de abandonar aquel lugar que había buscado poblar con el nombre de San Sebastián de Urabá, hoy (Necoclí); la guarnición que allí dejara al mando de Francisco Pizarro también tomó la decisión de abandonar el lugar a finales del mismo año acosados por las flechas de los indígenas y el hambre. Ocurrió que a la altura de Cartagena, se encontró con la guarnición que estaba al mando de Martín Fernández de Encizo y que venía de la Española con el fin de fundar una ciudad en el lugar que Ojeda había abandonado.

La nueva ciudad en territorio colombiano fundada por Martín Fernández de Encizo (Octubre de 1.510) llevaría el nombre de Santa María de la Antigua del Darién, en honor de Santa María de la Antigua de Sevilla, quien había intercedido para salvar la vida a Ojeda cuando en uno de los encuentros con los aborígenes, una flecha envenenada se incrustó en una pierna y también por haber ayudado al principio a Fernández de Encizo en la derrota del cacique Cemaco, en cuyo asentamiento se fundó la ciudad, que se constituyo en sede episcopal y del gobierno durante 14 años, posteriormente se trasladó a donde esta hoy la ciudad de Panamá.

Fernández de Encizo entró en rivalidad con balboa, el primero viajó a España para denunciar a este como usurpador, mientras tanto ocurre un hecho sin precedentes que hoy cuatro siglos después vuelve a tener actualidad política, Balboa, es nombrado alcalde mediante el voto popular de sus compañeros como buen estratega logro granjearse el cariño y aprecio de los aborígenes, gozaban estas tribus del respeto de los españoles en sus vidas y en sus haciendas, en cuatro años con la colaboración de las tribus logro la colonización de las tribus aledañas, las de Comagre y Ponca y llegó a construir 200 casas.

A principios del año de l.512 el adelantado Vasco Núñez de Balboa partió de Santa María la Antigua del Darién con 160 hombres ( según Don Antonio de Herrera), en busca del afamado tesoro del Dabaibe, Balboa remontó al río Atrato( los primeros conquistadores le llamaron río Darién) hasta un brazo que parece haber sido el de Curbaradó, entrando por este y luego por un río que parece fue el río Sucio, río hermoso y el más grande afluente del Atrato que desemboca por la banda oriental, llegó hasta el punto donde posteriormente se estableció la población de Pavarandocito (hoy Mutatá) Allí diezmado por las enfermedades comunes a aquellas tierras deletéreas y acosados por las nubes de mosquitos (El Morongoy), zancudos, murciélagos, etc hubo de regresar la expedición a su lugar de origen.

La obsesión de Balboa por hallar el codiciado tesoro del Dabaibe, donde existía un templo lleno de riquezas y una tierra que producía “ naranjas de oro “ y que temblaba cuando alguien intentaba profanar el santuario, lo impulsó a emprender en 1513 otra expedición en asocio de Luis Carrillo, oficial que representaba la autoridad de Pedro Arias Dávila, la cual constaba de 200 hombres. Expedición que fue totalmente aniquilada por los naturales cuando remontaba el Atrato y allí pereció el mismo Carrillo, por lo cual Balboa, herido y maltrecho, hubo de regresar precipitadamente a Santa María la Antigua, para no volver nunca a buscar el codiciado tesoro.

En 1.536, Don pedro de Heredia como tuviera noticias de la fabulosa leyenda del Dabaibe, o sea de las inmensas riquezas en cierta provincia de las márgenes del Darién, resolvió ir en su busca y entrando por una de las bocas del Atrato, esa expedición constaba de 300 hombres, después de varios meses de infructuosa navegación y de penalidades, y sin obtener provecho optó porque esta ya diezmada regresará a San Sebastián; Pero como este era el acicate de aquellos hombres de “ nervios fuertes y músculos de acero “, apenas repuesta un poco la expedición despachó Heredia de este mismo lugar al intrépido e hidalgo portugués Don Francisco Cesar nuevamente en su búsqueda. Aleccionado por el reciente fracaso del anterior, este salió por tierra e internándose en la montaña, buscó los declives de la cordillera de Abibe y bordeando siempre por el pié de esta a fin de evitar las ciénagas y pantanos, trepó luego a los flancos de la cordillera que divide las aguas del Mamandó (Río León) que desemboca directamente al golfo de Urabá y los ríos que vierten sus aguas al río Sucio por la banda occidental, inclusive el Tajidó que actualmente sirve de límites entre Dabeiba y Mutatá.

Los dominios del cacique Nutivara, se extendían hacia la serranía de Abibe, era el más indomable y relativamente el más civilizado de los que habitaban el territorio antioqueño; visitaba sus dominios y salía a la guerra sobre andas enchapadas de oro, tenía por lugarteniente a su hermano Quininchú quien a la vez era jefe del ejercito. Los dos hermanos se reunieron para hacer frente a Francisco Cesar.

Por esto la batalla librada hacia finales de 1.536 entre Francisco Cesar y el Cacique Quininchú, en la cual como consecuencia de una flecha que atravesó su garganta muere peleando heroicamente el Cacique en defensa de su territorio, esta tuvo lugar en la planicie que forma el alto de Tajidó.

Después de la muerte del cacique indios despavoridos y llenos de temor huyeron. Hubieron a las manos de aquellos hombres gran cantidad de joyas, diademas, orejeras brazaletes y aún muchos de ellos traían capacetes del mismo oro; hallábase Francisco Cesar en posesión del territorio que los historiadores de la época denominaban con el nombre de Guaca, y que estaba sometido al Cacique Nutivara. Existían allí grandes campiñas y extendidas poblaciones con labranzas y árboles frutales, grandes y bien formados templos.

Aunque Francisco Cesar se informó de que había muchas sepulturas tan ricas por todas aquellas tierras resolvió volver a San Sebastián por temor de que los indios destruyeran su poca y debilitada fuerza; mientras tanto los guaquenses se apresuraron a sacar gran suma de tesoros y los llevaron a la provincia y gran santuario del Dabaibe.

En 1.539, el licenciado Juan Badillo entusiasmado con las narraciones fabulosas que se tejían sobre el Dabaibe y en las tierras que moraban al oriente del majestuoso río del Darién, organiza una lujosa expedición en busca del legendario tesoro.

Esta expedición estuvo en el valle del Guaca, donde años antes acampara Don Francisco Cesar, sin resultado alguno que le satisficiera en lo que se refiere al hallazgo de sepulcros con abundancia del metal amarillo que era el delirio de los conquistadores. Dicha excursión prosiguió río Sucio aguas arriba, por la banda izquierda hasta encontrarse con la actual cerrazón de Dabeiba en donde tuvieron que pasar los caballos que ya eran pocos amarrados con bejucos por puente piedra que dista unos tres kilómetros y medio de la actual población, una vez establecidos en la banda oriental y continuando por este se encontraron con un río de aguas impetuosas difícil de vadear y de color ceniza en donde se ahogó uno de los oficiales de la expedición (río Urama).

Francisco Cesar y Juan Badillo, recorrieron de norte a sur hace un poco más de 400 años las tierras del hoy floreciente municipio de Dabeiba en busca del codiciado santuario donde existía un templo lleno de riquezas y en la tierra que producía naranjas de oro y que temblaba como hembra en celos cuando alguien osaba violar sus encantados tesoros.

De labios de una india anciana y en un castellano maltrecho se escucho la siguiente narración:
“Hace días tener yo a mi hija Zoraida, mi marido Baudilio camino con otra india onde Chimurro; un día mi hija salió onde quebrada de la Cerrazón a buscar cangrejos y Corro conchos. De pronto oyó un ruido de Nabra y vio que iba por quebradita más chiquita que sale de filo ( El de la Cerrazón), Mi hija siguió detrás, pues casi cogía, pero animal ese liso como sabaleta soltaba y seguía corriendo. Ya había caminado mi hija bastante cuando Nabra se metió por gueco grande y mi hija también caminó por allí, después de quitar como puerta grande de piedra que allí había y de pronto encontró casa grande como iglesia y había patios bonitos y animales como Imamá (León) amarrados con cadenas.

Ese animales bravos cuando vieron a mi hija trataron de morder, pero viejo con barba larga como cabuya que estaba sentao onde tablado alto, regaño animales, converso con mi hija, le mostró patios bonitos donde había naranjos y guayabos y frutas eran de nee (oro), Ese compadre muy formal, hizo regalos a mi hija y encargo no contar a libres o a indio lo que había visto, pues Antomiá (Diablo) castigaba muriendo ligerito. Después viejo tapó a mi hija los ojos con paruma (tela de Lienso) y cuando destapó ya estaba afuera y viejo había caminado. Mi hija cuando vino de recoger Corro conchos y cangrejos de onde quebrada, era triste y no hablaba y con dedo señalaba onde filo. Un día contó y murió allí mismo”.

Victoriano Borja, hijo de Manuel, uno de los raizales de Dabeiba y que vivía en lo que se llamó El Llano de Navidazal”. hoy Bernardo Guerra hizo la siguiente Narración: “Un día salió a montiar hacia la parte alta del filo de la Cerrazón, iba provisto de bastimentos, de su escopeta y acompañado de sus perros, estando ya sobre la cuesta de la cordillera donde se expande una extensa planicie cubierta de bosque virgen, oyó que sus perros se empistaron y perseguían con coraje un animal. Como buen cazador siguió en carrera en pos de sus perros, cuando de pronto se encontró con una vegetación que le llamó la atención, pues era un rastrojo y especie de guadual, raro en aquel monte virgen y al abrirse paso con su machete, oyó de pronto un sonido extraño producido al chocar su arma con algo que allí había. Con más detenimiento se puso a examinar y observó que con una palizada y con musgo natural, había algo misterioso.

Descubierto el objeto vio que tenía el aspecto de una campana y al despalmarlo con su machete, brillaba como oro. Lleno de júbilo, se puso a rozar a sus alrededores y trató luego de moverla pero era muy pesada y en eso, dice él que la tierra temblaba debajo de sus pies de una manera horrible y el monte se venía encima como en oleadas no oyéndose más que un ruido atronador, por lo cual despavorido dejó su presa y pronto estuvo en el río Choromandó, el cual desemboca al Sucio por la banda izquierda, y ya un poco repuesto del susto, se puso a silbar a sus perros que uno a uno fueron llegando. Intrigado por el hallazgo volvió después en asocio de otros y ya no le fue posible dar con el paradero de la campana misteriosa” [2]

De nuestros primeros moradores, hoy tan solo un puñado subsiste, olvidado y aún perseguido, en los resguardos del occidente, Urabá y otros departamentos del país.

Pero ¿Quienes fueron los aborígenes que habitaron estas tierras de Antioquia antes de la llegada de los Españoles?.

Los territorios que anteriormente conformaron el estado de Antioquia fueron habitados por tres grupos indígenas, dependientes todos de los Chibchas: Al primer grupo se les denominó Los Catíos, a estos pertenecían Los Guacas, Pitos, Buriticá, Ituango, Ebejico, Pequi, Araques, Tecos, Urraos, Caramanta, Iracas y Tecos etc. Este primer grupo, se extendía desde la margen occidental del río Cauca hasta los desiertos anegadizos cercanos al golfo de Urabá, en donde vivían tribus nómadas que construían sus viviendas en las ramas de los árboles; en la serranía de Abibe y en las pendientes que dan al Cauca tenían numerosos caseríos.

A las tribus que habitaron entre los ríos Cauca y Porce se les denominó Los Nutabes, a este grupo pertenecían Los Guacamí, Moscateco, Taquiburrí, Moquirá, Guarcama, Nequerí y otras tribus sometidas al cacique Petrán tales como: Las Niquía, Aburrá, y Bitagüies.

A las tribus que habitaron los territorios comprendidos entre los ríos Porce y Magdalena, se les denominó Tahamies, entre estos se reconocían las tribus de los Guamocoes y Yamesíes.

El pueblo de los Catíos que ocupó el territorio comprendido entre los ríos Cauca y Atrato; Al igual que muchas otras tribus debieron de resistir por mucho tiempo la conquista de los españoles.

Inicialmente el territorio de Dabeiba fue poblado por los Catíos, entre quienes existió la tradición según la cual sus antepasados habían tenido la fortuna de haber visto aparecer entre ellos a una hermosa mujer llena de atributos sobre humanos llamada Dabaibe, de la cual habían aprendido muchas cosas: cultivar la tierra, trenzar la iraca, tejer canastos, esteras, cerámica y manejo de tintes como la jagua etc.

Los Catíos se han distinguido por ser de estatura baja, piel morena, cabello liso, miembros corpulentos, muy feroces y de estampa imponente; las mujeres muy honestas y de notable belleza física, acostumbraban llevar el cabello largo el cual se recortaban en tiempos de guerra. Al momento de vestir se caracterizaban por su estilo inconfundible y original, usaban una tela que envolvían a la cintura y caía hasta la rodilla, luego cubrían todo el cuerpo con un manto llamado paruma desde los hombros las mujeres y desde la cabeza los hombres. Su cuello va adornado con collares de chaquira, los más pudientes usan un Ocamá, el cual llevan con gran respeto y dignidad, se hacen tatuajes en el cuerpo y la cara con la tintura extraída de la jagua.

Los Catíos antiguamente se caracterizaban por ser muy diestros en la fabricación de telas, utensilios de barro, cultivo de la tierra, en la construcción de sus viviendas cónicas, alfareros, artistas y habilidades en la caza, la pesca y labrador de canoas.

Vivían en comunidad y tenían una organización jerárquica en la cual se revestía de gran importancia el Jaibaná o curandero, quien es un miembro de su comunidad que ha recibido una preparación de otros jaibanás anteriores. El principal rito de los Catíos es el canto de JAI a través de él se curan enfermedades, se erradican plagas, se limpian territorios de animales dañinos y de Jais malos.

Los Catíos, manifiestan un fuerte vínculo hacia su territorio, creen que solo allí es posible la vida, que por fuera de este se pierde su identidad por que no pueden hacer lo que a ellos les gusta y saben hacer y que a través de la cotidianidad y sus rituales las nuevas generaciones también adquieren los conocimientos. Estas culturas han logrado permanecer como etnia a pesar del exterminio vivido bajo la dominación española y después de la independencia la presión sobre sus territorios por parte de los colonos que buscan nuevas tierras para la agricultura comercial, explotación de recursos maderables y hoy para el desarrollo de megaproyectos.

En los últimos años los pueblos indígenas se han propuesto fortalecer su organización social, crear en sus territorios resguardos, reafirmar sus gobiernos, establecer control social interno, interactuar con las instituciones del estado logrando que sus valores, creencias y cultura sean reconocidas constitucionalmente por este es así como existen los cabildos, profesores y promotores de salud para sus comunidades.

Actualmente en el municipio existen 20 comunidades indígenas las cuales habitan en los resguardos de:

Pavarandó medio, Amparado Alto y medio, Cañaverales, Antadó, Chimurro, Mendó, Chuscas, Murri, Jenaturadó y Chever Taparales. La población es aproximadamente de 2.500 personas.

Es común encontrar en Dabeiba y pueblos aledaños ríos y lugares compuestos de dos sustantivos, el primero es el nombre con el que comúnmente nuestras tribus nombraban determinados seres y cuya última sílaba es dó, que en el dialecto Catío significa río, citamos aquí algunas toponimias, que son una prueba más que estas culturas nombraron sus lugares no en vano, sino por una razón que los motivaba.

Apartadó: Río de la plata.
Ampurumiandó: Río del plátano guineo, a sus alrededores crecía silvestremente plantaciones de esta mata.
Antadó: Río de la Tagua, pues en las márgenes de este río existieron plantaciones de esta palma, o sea antazales.
Amparradó: Río del sábalo, es un hermoso río afluente del Sucio por su margen izquierda, abajo de Dabeiba, abunda allí el pez “Sabalo”, de exquisita carne
Bagadó: Río de las mariposas, pues allí abundaba estos insectos.
Bacurucuandó: Río de las ranas, no era allí extraño el croar de estos animalejos.
Becuandó: Río del Maíz amarillo, había allí plantaciones de este.
Bedó: Río de la Nutría, animal que abundaba allí y era muy perseguido por lo atractivo de su piel.
Buchadó: Río del perico ligero, se encontraba en los bosques de su riveras esta especie.
Coredó: Río del caimán
Cumbarradó: Río del pájaro Gulungo, en los grandes arbustos que engalanaban sus riveras colgaban majestuosamente sus grandes nidos.
Chadó: Río de las cañas
Chimiandó: Río de la sal, cerca de este se encuentra los salados que llevaban su nombre.
Chichiridó:. Río de la golondrina, abundaba estas aves, durante las horas nocturnas en la arboleda que se extendía alrededor de sus riveras.
Choromando: Río grande, o bravo
Chigorodó: Río de la guadua, en sus orillas existía grandes plantaciones de este vegetal.
Churidó: Río del ratón, pues allí abundaba estos roedores.
Imamadó: Río del León, existió buen número de estos animales, en la región que bañan sus aguas.
Jenganaturadó: Río del Chontaduro, pues sus riveras estaban pobladas por plantaciones de esta palma, es río afluente del amparradó.
Nendó: Río del oro.
Ogodó: Río del Cedro, en sus riveras crecía este árbol maderable.
Opogadó: Río de la iguana, por la abundancia de estos animales.
Painadó: Río negro, llamado así por el deslizamiento sobre sus aguas que le dan color oscuro.
Pavarandó: Río azul toman color azuloso como el humo sus aguas vistas a la distancia durante época de verano.
Paimadó: Río negro, afluente del Amparradó.
Pocorondó: Río del sapo, su nombre posiblemente por la abundancia de estos.
Pegadó: Río del maíz.
Quiparadó: Río de la Jagua, es una arena que se produce en las minas de oro ( La trinidad, la virgen, Potosí )situadas en la cabecera de este y muy ricas en el precioso metal.
Sucurundó: Río crecido, o de aguas abundantes.
Tajidó: Río del bejuco, lo emboscado de este permitía la abundancia de estos.
Tasidó: Rio salado.
Tivando: El río de nuestra tierra.
Tumuradó: Río de los remansos, por la pasividad de sus aguas.
Turriquitadó: Río de la planta del biao
Nutibará: Nuti que significa altura y bará que significa señor; o sea señor de alturas.

[1] Nombre con el cual determinaban los nativos al continente americano
[2]Dabeiba de 1.900 a 1.910.

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